Kibo, el primer laboratorio espacial, ya está funcionando

El viernes, el Transbordador Espacial Endeavour regresó a la Tierra después de haber pasado 16 días en la Estación Espacial Internacional, un centro de investigaciones que está siendo construido desde 1998 en la órbita terrestre.

Su misión fue ensamblar el último componente de Kibo, el primer laboratorio espacial. El módulo de experimentación japonés es la contribución japonesa a la Estación Espacial Internacional y está producido por la Agencia Japonesa de Exploración Aeroespacial (JAXA).

El nombre no es casual: Kibo, fabricado en Japón, significa "esperanza" y busca investigar -entre otras cuestiones vinculadas con la medicina espacial, la biología y las comunicaciones- cómo circula la sangre en el cuerpo cuando la gravedad es mínima, el metabolismo de los huesos, hacia dónde crecen las plantas en el espacio exterior y el desarrollo de cristales que podrían usarse en la industria electrónica acá, en la Tierra.

La Estación Espacial Internacional está siendo ensamblada 342 kilómetros por encima de la Tierra con el aporte de 16 países y es, sin dudas, uno de los hitos de la ingeniería. La Agencia Japonesa de Exploración Aeroespacial aportó a la Estación un módulo de experimentación (JEM) que tiene varios compartimientos a presión habitables, dos brazos mecánicos que imitan el movimiento de un brazo humano y una plataforma -que instalaron en este tercer y último viaje- que servirá para conocer la reacción de microorganismos cuando se los expone al espacio.

Kibo tiene una capacidad de experimentación única. Por ejemplo: el viernes, el Endeavour trajo de regreso al astronauta japonés Koichi Wakata, que estaba desde marzo en la EEI y concluyó un experimento curioso: Wakata usó durante un mes el mismo calzoncillo, hecho en tela antibacterial y absorbente que neutraliza olores.

Roberto Venero, astrónomo del Observatorio de la Universidad Nacional de La Plata, explica por qué Kibo podría ser una esperanza: "Hay muchos experimentos que se van a llevar a cabo en este laboratorio en sus dos módulos principales: el presurizado y el expuesto. En el primero están orientados a las reacciones en la microgravedad. En el segundo, al estudio del comportamiento de materiales expuestos al espacio. Allí se pueden estudiar procesos que en la Tierra son muy difíciles de observar, como el crecimiento de los cristales o fenómenos de superficie en líquidos.

Esto tiene una utilidad práctica ya que se busca el desarrollo de materiales tales como semiconductores con altísima pureza, que son aplicables en alta tecnología. También, del lado de la biología, están estudiando los efectos de la baja gravedad y de la radiación espacial en los tejidos, como los músculos o los nervios".

Entre los experimentos se incluyeron estudios sobre la influencia de la ingravidez en el crecimiento de las plantas, la regulación del metabolismo óseo en el espacio, la exposición de células para evaluar sus mutaciones, el análisis de la circulación sanguínea y del hervor de algunos líquidos en la ingravidez.

Hugo Marraco, doctor en astrofísica y miembro de la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE), explica: "La ingravidez hace que los fenómenos ocurran de otra manera. Por ejemplo, si uno prende un fósforo, la llama no va para arriba y se apaga porque no hay convección; una planta no sabe para qué lado crecer. Además, están probando la exposición de ciertos materiales al espacio vacío y a la radiación para conocer su resistencia y usarlos en otras misiones, entre ellas a Marte. Pensemos que a las personas que estuvieron en la Estación Espacial las tienen que ayudar a caminar cuando bajan porque se les atrofian los músculos". Pero además van a servir para usos en la Tierra: "El crecimiento de cristales en la ingravidez servirá para el trabajo en materiales, sobre todo, los de la industria electrónica. Aún no ha ocurrido, pero se espera que en el futuro se puedan trasladar a los pacientes al espacio para tratamientos médicos porque allá, por ejemplo, los huesos podrían soldarse fácilmente", dice Marraco.

Fuente: http://www.clarin.com